La bebida tradicional turca conocida en todo el mundo como el café turco dio su nombre a un específico lugar. El café turco dio lugar a la creación de cafeterías por la necesidad de sitios que preparan y ofrecen el café turco. El café conocido anteriormente en Hiyaz y El Cairo se trajo a Estambul por los comerciantes egipcios tras la conquista de Egipto en la época de Yavuz Sultán Selim. Estambul se convirtió en un de los centros más importantes de la cultura de café. En el período de Sultán Süleyman el Legislador el café se generalizó por el país y se hizo parte de la vida cotidiana. La primera cafetería de Turquía se fundó a mediados del siglo XVI en Tahtakale, Estambul por los dos árabes Hakem de Alepo y Şems de Damasco. Así que junto con el café que se convirtió muy rápido en una bebida popular, se empezó a formar también un nuevo ambiente social.

Desde el primer momento en el que se abrieron estas cafeterías en el estado Otomano, las cafeterías se consideraron como “lugares a evitar” por la autoridad estatal. Estos lugares donde se reunieron el pueblo, los soldados, maestros, estudiantes y más personas de diversas partes del pueblo, eran sitios donde se conversaba de temas políticos y los acontecimientos en el palacio.
Por ello, el estado calificó de peligrosos esos lugares y limitó sus números. Las cafeterías que fueron cerradas con mucha frecuencia se hicieron uno de los principales asuntos controversiales del siglo XVII.

En las épocas de Selim II y Murat III existían en Estambul cerca de 600 cafeterías y aquellas estaban situadas en los barrios más importantes de la ciudad. Las prohibiciones aplicadas a las cafeterías en las épocas de Selim II, Murat III y Ahmed I eran de a corto plazo e inefectivas. La prohibición impuesta en el período de Murad IV se basaba en que en el fondo las cafeterías eran lugares donde se crearon opiniones y movimientos en contra de la administración.


Especialmente en las épocas de Sultán Abdülaziz y Sultán Abdülhamit II las cafeterías vivieron realmente su edad de oro.
Además de las mezquitas, antes de las cafeterías existían en Estambul pequeños comercios como las tiendas de comestibles, las carnicerías, las casas de la bebida de mijo y los bares típicos turcos. La apertura de las cafeterías trajo consigo la formación de un nuevo lugar para reunirse y charlar. Con el tiempo empezaron a venir a las cafeterías artistas, hombres de estado, profesores y administrativos locales. Esas personas charlaban, discutían sobre diversos temas, se informaron de muchos asuntos, se divertían y pasaban el tiempo en las cafeterías formando parte de una nueva vida social.
Por todo ello, podemos denominar las cafeterías como “escuelas populares”. Las cafeterías recibieron gran interés porque estaban abiertas a todas las partes del pueblo. Siempre eran los hombres los que visitaron las cafeterías. Estos lugares donde en el principio se solía beber café, té, fumar tabaco y la pipa de agua, luego acogieron también actividades sociales y culturales.


Una característica muy importante de estas cafeterías era que disponían en la parte trasera de una habitación llamada “habitación de soltero” donde podía alojarse fácilmente una persona soltera.

Las cafeterías se transformaron según el funcionamiento social y el perfil de los visitantes. Las cafeterías de Estambul se categorizaban según el ambiente social y los sectores profesionales y áreas de interés de los visitantes durante la época otomana. También sus nombres reflejaban esta categorización. Existían cafeterías denominadas por ejemplo cafetería de amantes, cafetería de narradores públicos, cafetería de derviches, cafetería de músicos, cafetería de cocineros, las de juegos de cartas, las de cazadores de tesoros, de pescadores. Todo ello demuestra muy bien la diversidad cultural que contenían las cafeterías.


Particularmente los entretenimientos en el mes de Ramadán daban lugar al aumento tanto del interés como del número de los visitantes de las cafeterías.

El famoso viajero Evliya Çelebí escribió en su obra maestra “Seyahatname” que una persona angustiada que entraba en una cafetería se olvidaba de todos sus problemas. Porque cada cafetería estaba llena de narradores, músicos y poetas. Nunca faltaban en las cafeterías narradores públicos y titiriteros. Así que es evidente que las cafeterías, donde se contaban historias, se leían poemas y se tocaba música, servían al mismo tiempo para la transmisión de la creación tradicional cultural. Las cafeterías eran los lugares más importantes donde los poetas populares y músicos presentaban sus talentos artísticos.

Además de Estambul, también en otras ciudades existían cafeterías. Las cafeterías en Kastamonu, Konya y Anatolia del Este eran significativos lugares para los trovadores. Los trovadores realizaban en estos lugares sus sesiones artísticas reflejando las características de su geografía y comunidad. Las cafeterías vivieron otra edad de oro en el siglo XIX asumiendo una misión social y política.
Las cafeterías de trovadores eran lugares donde presentaban sus talentos y a su vez se daba formación a nuevos trovadores. Como en todos los lugares comunes, también en las cafeterías había que cumplir con ciertas reglas. Estas cafeterías de trovadores servían de día como cafeterías normales y las sesiones de los trovadores empezaban por las 16.00 de la tarde y duraban 4 ó 5 horas. Las sesiones se realizaban cada día y en el mes de Ramadán empezaban tras la oración de tarawih y duraban hasta la comida de la madrugada.

En el siglo XIX se efectuaba entre los trovadores el concurso llamado “muamma”, acertijo. El acertijo se solía escribir en una placa de madera decorada con flores y cintas coloradas. El que podía resolver el acertijo recibía regalos como pañuelos y tela de seda.

Como en estos casos, las cafeterías servían también para transmitir el patrimonio verbal cultural a las masas y contribuyeron a la formación de nuevos artistas. Por eso, al mismo tiempo estaban asumiendo una misión educativa.


Las cafeterías actuales ya no disponen de esas misiones. Generalmente suelen ser lugares para pasar el tiempo, tomar café o té, charlar, jugar a las cartas y a otros juegos.